Esta mañana ha llegado a mi trabajo una de esas revistas semestrales sólo para profesionales (en muchos trabajos las hay, no empecéis a analizar). En una de las fotos publicitarias, en un rincón, pequeñito, como si quisiera pasar desapercibido, estaba este poema escrito por un niño de 11 años.
Love is a circle,
a circle has no end.
Relationships can end
but love never does.
School can end
but learning never does.
Painting can end
but colours never do.
The point I’m trying to say to you
is that material things can end
but the real things never do.
El amor es un círculo,
un círculo no tiene final.
Las relaciones pueden acabar
pero el amor nunca se acaba.
El colegio puede acabar
pero el aprendizaje nunca termina.
La pintura puede acabar
pero los colores nunca lo hacen.
Lo que intento decirte
es que las cosas materiales pueden acabar
pero las cosas reales nunca lo hacen.
El poema no es bueno, lo sé, pero no voy a ser muy estricta, la criatura era muy pequeña.
El contenido es demasiado utópico, lo sé, pero no voy a ser muy estricta, la criatura era muy pequeña.
¿Qué nos pasa al crecer?
Siempre digo que para algunas cosas crecí demasiado pronto, que maté a Peter Pan casi antes de saber que existía. Desde niña sé que el amor se acaba, que nadie nos ayuda y nos protege siempre, que quien nos quiere nos puede y nos suele hacer daño. Quizá por eso soy sobreprotectora con quien quiero; cuando hago a alguien mío intento protegerle frente a lo que sea y tiendo a poner su bienestar el primero.
Mi psicóloga intentó hacerme ver que mi felicidad debe ir antes pero de sus enseñanzas ésta es la que más me cuesta seguir.