jueves, 16 de septiembre de 2010

Cosas que no se olvidan

Conocía los datos básicos de su historia. Se había casado, su mujer se quedó embarazada de su primer hijo, murió en el parto, se volvió a casar y tuvo dos hijas de su segunda mujer. Fin.

Ahora su segunda mujer está casi inmovilizada en la cama, sin fuerzas para izar la cabeza pero sigue siendo tan protectora con él como siempre. Él, lleno de achaques, camina a duras penas con su bastón y tiene lagunas de memoria. Pero algunas cosas no se olvidan.

Yo miraba fotos, la mayoría en blanco y negro. Él de joven, uno de sus hermanos, sus hijas de niñas, su primer bisnieto... Se acercó a mí y me preguntó -¿A qué no sabes quién es ésta? -La foto mostraba a una mujer sonriente con el pelo rizado y los labios pintados. No se parecía a nadie que yo conociese. -Ésa era mi primera mujer. Y me acuerdo perfectamente del médico que la mató.

Y nos contó la historia. Una que estremece pero que cada día se repite una y otra vez.

Embarazo. Parto complicado. Sufrimiento. Muerte.

Porque como le dijo hace más de 60 años el médico, él estaba ahí para salvar al niño. Lo que no le dijo, supongo que porque no se atrevió, pero seguro que pensó es que la madre sólo era el recipiente.

Aún se acuerda de la cara de ese médico, de su nombre, de su procedencia, de sus palabras. Y ahora yo tampoco creo que las olvide.


4 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Lo tiene clavado en el corazón.
No lo olvidará jamás.

Besos.

amelche dijo...

Así es: aún siguen muriendo muchas mujeres de parto en el mundo. Pero, ¿al niño lo salvó o tampoco?

xnem dijo...

Las decisiones al 50% son muy difíciles.

Vita dijo...

El problema surge cuando las decisiones difíciles que afectan a la vida de alguien dependen de una tercera persona (el médico) que dice algo así como que su obligación es salvar al niño y que si la mujer muere se trata de daños colaterales.

Añadamos que el marido ante eso no puede decir nada porque en esa época en España contradecir al señor médico suponía convertirse en un maleante.

De la opinión que al respecto tuviera la madre ya ni hablamos, ¿para qué?

Sí, el niño se salvó y, sin embargo, muchos años después el marido sigue sintiéndose impotente.

De eso se trata, de impotencia.