Una habitación propia. Una habitación ajena.
Una habitación propia con cerrojo y quinientas libras al año. Esto es lo que, en 1928, pensaba Virginia Woolf que necesitan las mujeres para poder escribir buenas novelas. Por eso Nelly no pudo escribir una buena novela, sólo un diario. Nelly vivió en una habitación ajena.
Nelly fue la criada de Virginia durante 18 años, de 1916 a 1934. Mientras sirvió en su casa, Nelly escribió un diario, en ninguna otra época de su vida lo hizo. Virginia, sin saberlo, provocó eso. Nelly se sentía especial al servir a una familia del mundo de la cultura, pero más adelante sufrió ese sentimiento. Dejó de ser una criada al uso, aprendió a pensar, y eso no está bien en una criada.
Su habitación era parte de su sueldo, por eso expulsó de ella a Virginia en una ocasión. Y Virginia no lo entendió. Eso y muchas otras cosas.

Mientras nos muestra la vida de Nelly, el libro también nos enseña las contradicciones que había entre la vida y la manera de pensar de Virginia. Su feminismo, pero no para el servicio, sus ganas de independencia y autosuficiencia y a la vez su incapacidad para prescindir de las criadas. Como todos en su época las trataba como a una propiedad. Virginia no era diferente al resto de los ingleses. ¿Lo sabía? Creo que no.
La autora del libro (no Nelly sino Alicia Giménez Barlett) va alternando episodios copiados del diario de Nelly, otros los novela, añade pequeños fragmentos del diario de la propia Virginia cuando lo considera necesario e incluso a veces escribe sus opiniones en primera persona. Una mezcla de fragmentos perfectamente encajados en un libro interesante que muestra a una Virginia Woolf humana, y equivocada a nuestros ojos. Pero nosotros no vivimos en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX.
Y Nelly, la increíble Nelly, con su capacidad de dejar de sentir la adoración por Virginia del principio nos la descubre y se descubre a ella misma. Fue una adelantada a su tiempo. Ella sí.
Las mujeres de las clases altas empezaron en el siglo XIX a querer independencia; pedían el voto, poder heredar, comprar propiedades o tener ingresos propios. Las mujeres como Nelly esperaron a después de la Segunda Guerra Mundial para hacerlo. Ella reclamó su independencia, su habitación, ante "su dueña" mucho antes. ¿Ganó?
María me preguntó si merecía la pena comprar este libro. Yo lo tomé prestado de la biblioteca y ahora lo quiero comprar, y también "Las horas". Tengo ganas de leer más sobre esa relación, aunque sea a través de una novela.